viernes, 30 de mayo de 2014

Me enamoré de un sueño



"Hay tanto amor en cada cosa que veo,
en cada cosa invisible.
Enamorarse es ver lo que los otros no ven.
¿Cómo es posible que todos pasen
junto a ti
como si no te vieran
y yo me detengo a mirarte
para siempre?
¿Qué cosa ocurre en los demás que a mí
me falta para olvidarte?"


Fernando Denis 


No suelo salir los viernes por la noche. Me gusta quedarme en casa, porque viene mi hija a visitarnos y, si está mi hijo, nos me disfrutar de su compañía. Pero ayer por la noche tenía una cita con los antiguos compañeros de la agencia de publicidad. Aún nos reunimos una vez al año para charlar de los viejos buenos tiempos y contarnos un poco de nuestras vidas. La cena fue en un restaurante español en la Südstadt de Colonia, donde está el mejor ambiente nocturno de la ciudad. Está lleno de bares, pubs, restaurantes de todo el mundo y de jóvenes bulliciosos y de todo tipo de gente: desde el encorbatado gerente hasta punks, que no saben que están fuera de moda desde hace casi dos décadas. Pero en la Südstadt todos nos confundimos con todos y eso le da un ambiente único. La noche estuvo estupenda: cálida, pero sin agobiar y viento fresco para poder cenar en la terraza del restaurante. Yo cené paella. Como buen colombiano no puedo vivir sin arroz. Me bebí un agua sin gas para poder manejar de regreso. Estuvimos charlando hasta media noche y luego cada uno regreso a su vida. Yo tomé la autopista 59 que viene de Düsseldorf y se dirige hacia Frankfurt. A medianoche la autopista está casi desocupada y se puede manejar con tranquilidad. Yo que soy juicioso siempre manejo a los autorizados 120 kilómetros por hora. El camino a casa lo conozco
casi de memoria así que me englobé mientras oía el Oboe de Gabriel“ de Ennio Morricone, que me recuerda a Sevilla hace casi dos años cuando mi vida
y mis sueños cambiaron gracias al más increíble encuentro. La música es de la película „La Misión“ de Roland Joffé con Robert de Niro y Jeromy Irons. Fue la última gran producción que se filmó en Colombia. Luego llegarían los años de la violencia del narcotráfico, que terminarían por acabar al país.

Después de media hora lllegué a la autopista 562 y allí  tomé el desvío que lleva al puente Konrad Adenauer que cruza el Rin y desemboca en la Rheinaue de Bonn. A esa hora la vista es espectacular, porque el edificio de la Post, el más moderno y alto de la ciudad, está iluminado y destaca sobre la oscuridad de la noche. Tomé la Ludwig Erhard Allee hasta Rheinallee y allí crucé de nuevo para llegar a la Erasmusstrasse y a casa. Al bajarme del carro, varios conejos salieron corriendo a esconderse en sus madrigueras. Aprovechan la noche y la mañana para salir de compras como buenos vecinos..

Estaba cansado después de un largo día de leer y escribir y de ayudar a mi hija en la presentación de un trabajo en un simposio de profesores de economía que tendrá lugar en su universidad y a la que fue invitada a exponer sobre el tema de la economía latinoamericana con énfasis en la Argentina. Abrí la puerta y el apartamento estaba a oscuras. Todos estaban durmiendo. Así que me recosté en el sofá de la sala y me puse a mirar por la ventana las sombras de las ramas de los árboles moviéndose de un lado a otro al ritmo del viento nocturno. Me quedé dormido ahí mismo.

En el sueño, vi acercarse a mí a una bellísima mujer con un vestido azul de pepas blancas. El vestido era entero y bastante corto como se usan ahora, era entallado bajo el pecho y resaltado con un cinturón blanco que hacía énfasis en el espectacular cuerpo de ella. El cuello del vestido era blanco y redondo partido en la mitad, con mangas hasta después del codo rematadas con un puño blanco. Bajo el cinturón, el vestido se anchaba en grandes pliegues que hacían ver más sensual el caminar de esa diosa de cabellera de fuego como el sol de la tarde. Llevaba cartera y tacones a juego con el vestido. Quitaba la respiración mirarla. Al andar dejaba una estela de luz, de verano , de alegría y de vitalidad en medio de la oscuridad de mi sueño. Caminaba como sólo las mujeres que saben que son bellas entre las bellas lo saben hacer. Tenía el pelo largo y ondulado que caía sobre los hombros y la espalda. Estaba maquillada con un gusto exquisito que resaltaba sus rasgos de diosa celta. Era alta, delgada y con piernas largas, muy largas. Llevaba en el dedo del corazón de las dos manos anillos grandes y plateados. Una pulsera de cuero y un reloj en la mano derecha con la que cogía la cartera. Los tacones eran de punta destapada. En el único segundo en que su mirada se cruzó con la mía el amor se desbocó como mil caballos por mis venas. Me quedé estático admirándola, deseando que nunca terminara de pasar a mi lado, que no dejara de mirarme. Iba a una fiesta, pero la verdadera fiesta era mirarla a ella. El vestido era precioso, pero ella era la que hacía que el vestido fuera único y divino. Ella iluminó mi noche y mis sueños. Al caminar el vestido se llenaba de vida, todo se llenaba de vida. Ella era la vida del vestido. Su alma, su gracia. Ella era la vida cruzando mi sueño.

Supe que de la noche en que estaba surgía una diosa de cabellos de fuego que sería para toda mi vida. Al fin había conocido la mujer que sin saber había esperado siempre para amarla. Ella era todo. 


Anoche me enamoré de un sueño. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario